Esta frase de Napoleón I es una de las afirmaciones verdaderamente incontrastables dentro del punto de vista geopolítico porque el destino de una nación está ligado indefectiblemente al suelo que habita ya que el escenario en que desarrolla su actividad creadora marca las directrices de su accionar.
El aspecto geográfico es inmanente porque, al menos que suceda un cataclismo generalizado, no cambia en la conformación y en la estructura física del suelo, en su topografía y en la dirección de sus montañas y de sus ríos. Tampoco las obras construídas por el hombre lo alcanzan a variar por gigantescas que ellas sean, de tal manera que podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que el destino de cada país o región es único.
La Geopolítica no es, como dice tímidamente el Diccionario de la Real Academia Española, 'una ciencia que pretende fundar la política nacional o internacional en el estudio sistemático de los factores geográficos, económicos, raciales, culturales y religiosos', es la ciencia que funda la política en estos criterios, y así debe ser porque la influencia de la geografía es evidente y definitiva en el desenvolvimiento de las naciones y porque las cuestiones económicas tienen que ver con el territorio en que el hombre desarrolla su actividad empresarial.
La dirección de nuestras montañas indica a los colombianos la orientación del agrupamiento sobre el territorio a partir del corazón nacional que tiene en Bogotá, el centro por excelencia del movimiento de flujo y reflujo que caracteriza el asentamiento de la población colombiana sobre su territorio. Nuestra raza chibcha, según los estudios de la Promotora Española de Lingüística PROEL, ha avanzado, desde antes del Descubrimiento de América, por el norte hasta el límite sur de Guatemala, por el oriente hasta la Guayana Francesa y noroccidente de Brasil y por el sur hasta el río Huallaga. La creación, en 1819, y la ratificación constitucional, en 1821, de la República de Colombia fue una idea afortunada del Precursor de la Independencia Americana Francisco Miranda, que restableció bajo el sistema republicano el primigenio Virreinato de Nueva Granada con sus límites definidos sobre las fronteras naturales de nuestros ancestros chibchas.
La situación geográfica de nuestro país en la esquina noroccidental de Suramérica, con la zona habitable en el Hemisferio Norte, con costas en los océanos Atlántico y Pacífico, y con cordilleras que van a morir en la Costa Atlántica nos orienta hacia el Norte y nos obliga a bajar de las montañas y a mirar hacia el Caribe, dirección obligada de la expansión del núcleo geopolítico que tiene como ejes los ríos Magdalena y Cauca que forman amplios corredores longitudinales en ese sentido. Además, la dirección de nuestra Cordillera Oriental que penetra en Venezuela y abraza, con la Sierra de Perijá y la Cordillera de Mérida, el Lago de Maracaibo, alimentado por los ríos Zulia y Catatumbo que nacen en nuestro territorio, nos impulsa también en esa dirección.
Somos en teoría un país de dos caras, pero nuestra Costa Pacífica no tiene condiciones favorables para el desarrollo portuario porque el sector norte es una zona extremadamente selvática y propensa a movimientos telúricos y el sector sur es bajo, anegadizo y cruzado por una red de ríos y ciénagas que dificultan el tránsito terrestre.
La costa norte del Pacífico es además muy angosta, escarpada, con muchas escotaduras y lluviosa por la estrecha cercanía de la Serranía del Baudó, en la que se estrellan las nubes arrastradas por las corrientes de aire que desde el Cabo Corrientes hacia el norte hacen de esta zona chocoana una de las de más alto índice pluviométrico del mundo, y sus ríos cortos y torrentosos la hacen inapropiada para desarrollos portuarios.
El puerto de Buenaventura tiene inconvenientes de orden técnico para el comercio internacional, que requiere embarcaciones de gran envergadura, y el de Tumaco, muy al sur, es también propenso a los movimientos sísmicos y carece totalmente de condiciones para el comercio internacional.
El único puerto de la gran región macrochibchana, ideal para el comercio de Colombia y de Venezuela, es Panamá. Falta eliminar el Tapón del Darién, mediante la construcción de la vía terrestre, para facilitar la integración de la Zona pues así los países al sur de Guatemala estarían conectados a Bogotá, el corazón natural de la región.
La región noroccidental de Colombia, especialmente desde Buenaventura hacia el norte, es una zona de gran riqueza natural por su biodiversidad, condición que debe protegerse pues las obras que allí se adelantaren romperían el equilibrio de la naturaleza exponiendo la región a un incalculable desastre ecológico. Sin embargo, como la acción creadora de las colectividades humanas está determinada por el espacio geográfico, tarde o temprano, el pueblo colombiano avanzará sobre ese territorio. La presión geopolítica hacia el norte será tal que nada lo detendrá en su empuje colonizador. Es importante, por lo tanto, encauzar este avance de tal manera que no cause daños ecológicos irreparables a la región, lo que se puede evitar aplicando los recursos técnicos convenientes en la construcción de la vía terrestre.
Los colombianos debemos bajar de las montañas, traspasar el Tapón del Darién y hacernos presentes con fraternal decisión en nuestro Mar Caribe. No debemos olvidar que ocultos en nuestras cordilleras perdimos la gran oportunidad de incorporar a la hoy República Dominicana a nuestro territorio, cuando en 1821 quiso voluntariamente ser parte de la República de Colombia, circunstancia afortunada que hubiera hecho efectiva nuestra presencia marítima y aumentado extraordinariamente nuestra plataforma continental y nuestro mar territorial.
Pero nunca es tarde en la historia para enmendar los errores del pasado. Las tendencias geopolíticas tienen permanente vigencia y por ello debemos seguir decididamente la dirección de nuestro destino geográfico; destino que indiscutiblemente apunta hacia el Norte.