Tuesday, August 10, 2010

La conversión de los dialectos indígenas en idiomas

Apareció hace unas semanas en el periódico El Tiempo de Bogotá una corresponsalía de Pereira, aparentemente llamativa y simpática, que cuenta la labor que desarrolla un miembro de la etnia embera baudó, de 23 años de edad, en la traducción de la Biblia a su dialecto materno.

Admirable desde el punto de vista personal pero peligroso para la unidad nacional cuando, a no dudarlo, detrás de la elogiada labor cultural está una entidad religiosa interesada en captar adeptos dentro de nuestras tribus indígenas desarrollándoles idiomas propios y conectándolos directamente con su casa matriz en Estados Unidos de América sin importarle, como es lógico, nuestros intereses como nación.

Están a la orden del día los problemas geopolíticos que sufren España y otros países de Europa cuyas etnias minoritarias reclaman su condición de nación por tener idiomas propios. Algunos dirán que la 'pobre' etnia embera baudó no es capaz de desarrrollar un idioma de tal naturaleza y que tardaría muchos años en conseguirlo. Por algo se empieza, y cuando el Estado colombiano se dé cuenta del problema que esto conlleva para la unidad nacional ya será demasiado tarde. ¡No olvidemos que la traducción de la Biblia por Martín Lutero le dio cuerpo al idioma alemán!

La Iglesia Católica ante el reto de difundir su doctrina religiosa entre los indígenas estableció cátedras de chibcha en Santa Fe para el aprendizaje de esa lengua por los misioneros pues consideró que de esa manera se facilitaba su labor. Sin embargo, el esfuerzo fue en vano pues los aborígenes aprendieron rápidamente el castellano ya que la fonética chibcha era similar a la de la lengua de sus conquistadores pues tenía también cinco vocales. El chibcha desapareció, las escuelas fueron cerradas y el idioma de Castilla se impuso como lengua de la nueva nación dándole la tan necesaria unidad idiomática.

Es un craso error hablar con orgullo de la variedad de dialectos como riqueza cultural, y una debilidad geopolítica tener dos o más idiomas oficiales o populares en un país. Sin duda, la difusión del castellano entre los indígenas y la desaparición del chibcha fueron de gran trascendencia para Colombia dentro del punto de vista geopolítico. No sólo se evitó tener dos lenguas diferentes para los colombianos sino que nos quedamos con el castellano que, como lengua romance, está mejor estructurado que el chibcha.

Por lo tanto, es claro que el Estado colombiano debe defender a ultranza el idioma castellano de las organizaciones extranjeras que se dedican al estudio de los dialectos indígenas. Estas entidades no tienen ningún afecto ni menos responsabilidad con los países en donde adelantan su labor y, en el afán de lucirse en su pretendida labor científica o de catequizar a nuestros ciudadanos, van creando gramáticas para los dialectos indígenas que pueden llegar a ser base de una literatura propia y, por ende, a transformarlos en idiomas.

Ignoran el mal que le están haciendo a la nación colombiana los que favorecen y apoyan estas entidades foráneas. Lo que ellas hacen conlleva un peligro mayúsculo para la unidad nacional, porque en los pueblos nativos el concepto de tribu es totalmente ajeno al de patria común, y los indígenas en lugar de perfeccionar el castellano terminan aprendiendo el inglés de los extranjeros, que empleando traductores indígenas les desarrollan su dialecto y los mantienen alejados de la cultura nacional y por consiguiente de los demás colombianos.

Aún más, estos institutos son organizaciones religiosas camufladas de centros de estudios lingüísticos, con grandes recursos para adelantar acciones proselitistas de credos ajenos a la cultura nacional, y que, por lo tanto, atentan contra nuestra unidad nacional que se basa en el ideal de una sola raza, una sola religión y un solo idioma. Sus misioneros al hablar inglés alfabetizan e indoctrinan en su idioma, creándoles a nuestros indígenas una mentalidad ajena a nuestra cultura y una admiración por ellos, sus maestros, que además usan sus recursos económicos para apoyarlos y mantenerlos en las redes de sus sectas religiosas.

Es hora de que el Estado colombiano asuma directamente la responsabilidad de culturizar a nuestros indígenas e integrarlos a la nación colombiana, evitando que tan importante misión patriótica quede en manos de los extranjeros.

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