Thursday, June 2, 2011

La necesidad de una buena clase dirigente

Todo conglomerado humano, bajo cualquier sistema político, debe tener una clase dirigente. Además, es obligación del Estado propender por su preparación y por su ampliación, e involucrar en sus posiciones directivas, poco a poco y de acuerdo con las necesidades, elementos nuevos y capaces.

La clase dirigente, alejada de todo egoísmo, debe robustecerse permitiendo sin distingos el ingreso a su círculo de los mejores miembros de la nación, sobretodo a la empresa privada, ámbito en que tiene decisivo dominio o influencia en los países democráticos. Es la única manera de remozarse y de asegurar su vigencia y su continuidad en la función directiva.

Los ciudadanos en general deben estar enterados de la orientación de la nación y conocer ampliamente cuál debe ser el rumbo del país para no aceptar propuestas que contradigan las tendencias y los objetivos geopolíticos y lo perjudiquen en el avance hacia su destino histórico; pero, tampoco deben oponerse por ignorancia a las medidas favorables que permitan la obtención de dichas metas.

La clase dirigente de un país tiene la gran responsabilidad de conocer y de encauzar las tendencias geopolíticas de la nación y la obligación de propender por la felicidad del pueblo, basada en su progreso espiritual, intelectual y físico, sin confundir el interés nacional con los intereses de su clase.

Su preeminencia no es gratuita; se la debe a la nación y debe corresponderle con eficiencia y con honestidad en su posición directiva, porque, sobre todo en los sistemas democráticos, ningún conglomerado humano o su territorio pertenece a una sola clase social. No preocuparse por el bienestar y por el progreso de su pueblo genera descontento, revoluciones y, en la mayoría de los casos, cambios violentos.