Monday, February 28, 2011

Prioridades geopolíticas colombianas

Ultimamente, entidades oficiales y particulares han hecho pronósticos optimistas sobre el avance de nuestro país a mediados del presente siglo, basados principalmente en la economía. Todos los colombianos queremos que así sea porque este factor es indispensable para apalancar el crecimiento nacional en todos los órdenes pero es en el desarrollo humano en que debe basarse nuestro progreso porque es preferible ser un país pequeño, integrado racialmente y altamente educado a ser un país rico pero con grandes lacras en el aspecto humano ya que existen en el mundo países que no se cuentan dentro de las primeras economías mundiales pero sí dentro de los países más desarrollados, cuyos habitantes gozan de altos índices de prosperidad y, por consiguiente, de felicidad que es la meta de toda sociedad. Nada sacamos los colombianos con tener índices económicos sumamente notorios si la integración racial y los avances culturales van muy a la zaga.

Colombia, en el aspecto geopolítico, tiene muchas metas por alcanzar en los campos humano y material. En el primero, los ya enunciados porque sin integración racial continuará existiendo una nación desvertebrada proclive a los odios raciales y a los enfrentamientos que traen consigo y, sin educación universal de alto nivel, seremos siempre una sociedad atrasada sometida al dominio de las potencias y sin capacidad de autodeterminación.

En realidad, en lo referente al factor racial es mucho lo que hemos avanzado en cuanto a la integración de la raza negra desde mediados del siglo XIX cuando se proclamó legalmente, en Colombia, la supresión de la esclavitud porque nuestra tendencia geopolítica en este sentido es muy fuerte en movilidad horizontal, no así, en movilidad vertical. Ya que es imposible tomar medidas en este sentido pues la integración racial depende de la voluntad humana, es importante que el Estado, además de preocuparse por el progreso de este sector de la población en todos los órdenes, integre a estos compatriotas al servicio oficial como el sector privado, lo que está haciendo cada día en mayor proporción.

El factor educativo es definitivo y así nos lo demuestra la ejecución de dos políticas llevadas a cabo por Estados Unidos de América después de la Segunda Guerra Mundial para prevenir el avance comunista en el Viejo y en el Nuevo continentes por la aparición de la Rusia soviética como potencia después de la devastadora conflagración y por la Revolución Cubana: el Plan Marshall en Europa y la Alianza para el Progreso en América Latina. Ambas tenían como base un acelerado desarrollo, principalmente en obras materiales, pero poco en avance humano, aunque los planes así lo enunciaran, porque el donante quería resultados positivos a corto plazo ya que el proceso cultural es lento y requiere continuados esfuerzos familiares y estatales.

Mientras la reconstrucción de Europa tuvo total éxito porque, a pesar del grave e irreparable desangre en la guerra, contaba aún con una población altamente preparada que sólo necesitaba el dinero suficiente para la reconstrucción de la infraestructura física, la Alianza para el Progreso fue un rotundo fracaso porque los países de América Latina necesitaban, antetodo, recursos continuados para el paulatino desarrollo de su población, sobre todo, en educación, en alimentación, en salud y en vivienda digna y el donante estaba afanado por mostrar resultados. Recuerdo sí que hubo voces colombianas que se opusieron al planteamiento operativo de la Alianza para el Progreso y clamaron por un énfasis en la educación. De los ochocientos treinta y tres millones de dólares que Colombia recibió de Estados Unidos de América quedó en Bogotá, afortunadamente, el inicio del hoy populoso Barrio Kennedy denominado así por sus agradecidos habitantes a la muerte del estadista estadounidense.

La necesidad de alcanzar estas metas geopolíticas en educación es reconocida por la nación y por su clase dirigente que están conscientes de su necesidad y que han sido ampliamente divulgadas por los medios de difusión masiva pero que no han tenido la erogación presupuestal suficiente y los esfuerzos convenientes para alcanzar el nivel ambicionado. Prueba del interés del pueblo colombiano por la educación es su aprobación del plebiscito propuesto por sus conductores políticos y votado el 1 de diciembre de 1957 en que, en su numeral 5, ordenaba que desde el 1 de enero de 1958 todos los gobiernos deberían invertir el 10% del presupuesto nacional en la educación pública. Este pronunciamiento de la nación colombiana es la demostración de su preocupación por la preparación intelectual de las generaciones venideras en donde reside el verdadero progreso de Colombia. ¿Han cumplido los sucesivos gobiernos con esta voluntad del constituyente primario de darle primacía a la educación?

Si la nación colombiana no da pasos decisivos en estas áreas, el enriquecimiento de determinados sectores de la sociedad será, al contrario de lo que se espera, origen de graves problemas sociales en los tiempos que corren y factor de disolución de Colombia en el futuro.