Monday, March 29, 2010

¡Colombia, Campeón de los IX Juegos Suramericanos!

¡Qué noticia tan espectacular y tan agradable! Por fin somos campeones y nada menos que de unos juegos suramericanos en que se hicieron presentes dos potencias deportivas de nuestro subcontinente que tienen numerosos atletas, deportistas y equipos de talla olímpica y mundial. Y fuimos capaces de enfrentarnos a la compleja organización de unos juegos que requieren capacidad económica, conocimiento técnico y dedicación total e inteligente en su preparación y en su realización porque no se debe dejar escapar ningún detalle, por pequeño que sea, que pueda ser protuberante en la realización de la justa. Siempre sucede así en los momentos difíciles o culminantes. Medellín, los dirigentes deportivos de Antioquia y los dos mil trescientos voluntarios antioqueños que llevaron sobre sus hombros la responsabilidad merecen Medalla de Oro porque su desempeño fue, desde todo punto de vista, sobresaliente.

El deporte y el atletismo se constituyen en competencia pacífica entre individuos y delegaciones que a nivel internacional convierten las justas en verdaderas luchas entre las naciones para mostrar la bondad de su sistema político o su superioridad, cuando son antagónicas. Pero no sólo esta rivalidad se muestra entre potencias sino también entre países pequeños cuyos problemas recíprocos afloran con el calor de la competencia como sucedió en la pasada centuria con un partido de fútbol entre Honduras y El Salvador que desembocó en una guerra. Es agradable triunfar en las competencias y hay que luchar para vencer en la sana emulación pero el resultado debe ser el aumento de la hermandad entre los pueblos. Hay que tener presente la enseñanza que nos dejaron los antiguos griegos cuando cada cuatro años deponían sus armas y suspendían sus luchas intestinas para acudir a Olimpia a adelantar las competencias atléticas.

La participación colombiana a nivel internacional ha dejado siempre un sabor amargo porque ha frustrado nuestras esperanzas, aumentando el complejo de inferioridad racial que nos acompaña y que tratamos de superar negándolo y descargando la culpa en otros múltiples factores. Aliviamos con esto la conciencia colectiva del fracaso.

Esta vez nos superamos y supimos imponernos en una actividad que requiere inteligencia, capacidad física y emocional, preparación, esfuerzo individual y colectivo, y coordinación en los deportes y en las pruebas atléticas por equipos. Y digo nos porque una delegación, en cualquier actividad, representa a la nación que se siente identificada en sus triunfos y en sus derrotas. Sobre todo, en unos juegos en que están presentes todos los estamentos sociales y, en especial, la nueva raza colombiana integrada por los tres componentes de nuestro mestizaje que aportan sus capacidades intelectuales, físicas y emocionales al nuevo hombre colombiano que cada día debe sentirse más orgulloso de su torrente sanguíneo.

¡Loor a nuestros atletas y deportistas, y a los antioqueños que supieron entregarnos ese honor y esa gran satisfacción!

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