Thursday, March 11, 2010

La segregación en el término ‘Afrodescendientes’


En años recientes se ha impuesto el término de ‘afrodescendientes’ para referirse a los colombianos de raza negra, creándose así una denominación que los cataloga como un grupo diferente de colombianos. ¡Nada más peligroso para nuestra unidad como nación!

Los colombianos somos una raza en formación y una cultura en evolución puesto que nuestro pueblo es triétnico y de cultura predominantemente española con ingredientes culturales indígenas y negros. A medida que pasa el tiempo nos consolidamos en una raza colombiana con características perfectamente definidas y aunque este proceso de amalgamación es lento, porque no puede ser impositivo ya que los aspectos sociales que influyen en la mestización retardan el proceso, será efectivo pues geopolíticamente nos ayudan el suelo montañoso y la tendencia centrípeta de nuestro agrupamiento en el territorio.

A partir de la Conquista, la raza indígena fue brutalmente avasallada por los españoles hasta el punto de crear en el mestizo un sentimiento de inferioridad que lo obliga a proclamarse blanco cuando en realidad la inmensa mayoría de nosotros es mestiza. Como dicen algunos estudiosos del tema: los colombianos somos todos 'café con leche, unos más leche y otros más café', y nadie puede negar la presencia del ‘café’ en su sangre.

La raza negra fue, también, cruelmente desarraigada de su suelo nativo, embarcada como animales sin la más mínima consideración hacia los puertos de América, subastada por los negreros de manera humillante en los mercados y condenada a la esclavitud para trabajar en las haciendas y en las minas en condiciones infrahumanas sin que nadie se apiadara de su infamante condición.

Pero aún más grave fue la ausencia de su sentido de pertenencia al suelo y la pérdida tanto de su identidad, al ser tratados como Cosas y denominados simplemente Piezas, como de la Patria Potestad sobre su esposa y sobre sus hijos que podían ser vendidos en cualquier momento por el amo. Nadie se apiadó de ellos porque la esclavitud era aceptada en Occidente como algo cultural, y aun cuando muchos dueños de esclavos fueron compasivos y muchos les dieron su libertad, esta no fue aceptada sino hasta cuando las leyes del mercado consideraron inconveniente la esclavitud y de más utilidad económica su empleo como jornaleros bajo un régimen de libertad que los lanzó indefensos a la explotación.

Justo es reconocer los esfuerzos del Gobierno colombiano en el difícil proceso de libertad de los esclavos culminado en 1851. Desde entonces, la raza negra ha ido, poco a poco, enriqueciendo el torrente sanguíneo colombiano y muchos mulatos han ocupado y ocupan altas posiciones del Estado, de la Iglesia y de entidades particulares. Y aunque algunos de ellos, siguiendo la tendencia de los mestizos de blanco y de indígena, tampoco quieren reconocer su mestizaje, esta afluencia de su sangre, silenciosa pero real, es su importante contribución a la nueva raza colombiana de la cual todos debemos enorgullecernos. Así como hay una fusión racial entre el blanco y el indígena, el negro debe entrar abiertamente y sin prevención a la corriente sanguínea nacional; esa es la verdadera democracia. Además, debemos reconocer su importante influencia en nuestra cultura porque han contribuído en todos los órdenes de nuestro desarrollo literario, de las artes plásticas, musical y científico.

Pero los colombianos negros no deben autosegregarse denominándose ‘afrodescendientes’ porque no son colombianos de segunda clase y sus raíces ya no están en Africa, antes bien, han logrado, a través de muchas generaciones, un sentido de pertenencia a este suelo que les es propio con todo derecho.

Afortunadamente en Colombia no decimos que alguien es colombiano, pero de padre italiano y de madre húngara, y no golpeamos en las embajadas de otros países para hacer valer la nacionalidad extranjera cuando la adversidad toca a nuestras puertas. De igual manera, los colombianos de raza negra no deben decir que son colombianos pero de orígen africano, por imitar a los negros estadounidenses que andan en busca de raíces en Africa para justificar su contribución cultural en una nación de inmigrantes.

Nuestros compatriotas negros son colombianos de la más pura esencia de la nacionalidad. Nadie en Colombia se puede atrever a negarlo. Son colombianos y punto y, lo que es mejor, nosotros, los demás colombianos, los queremos y nos sentimos orgullosos de ser sus compatriotas.

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