Friday, May 27, 2011

El río une y la montaña divide

En la organización territorial de Colombia en Estados, que luego se convirtieron en Departamentos, no se tuvieron en cuenta los principios geopolíticos que dicen que el río une y la montaña divide y que cuando se construye una casa en la orilla de una corriente acuática aparece, inmediatamente, otra en la orilla opuesta. Según estos principios, los habitantes de una cuenca hidrográfica, que tienen la misma identidad racial y cultural, no deben encontrarse separados por líneas artificiales que dificulten el accionar politico y económico del área y que los límites naturales de una región deben ser las partes más altas de las cordilleras.

Del análisis de la historia de la humanidad podemos apreciar cómo las grandes civilizaciones han florecido en las cuencas de los grandes ríos y cómo se han desarrollado conflictos permanentes cuando los ríos han sido frontera limítrofe entre los Estados nacionales. En el primer caso, vemos cómo la cuenca del Nilo fue asiento de la civilización egipcia, cómo los valles de los ríos Tigris y Eúfrates y la Mesopotamia fueron el ámbito de civilizaciones muy importantes de la Antigüedad, cómo a lo largo de las cuencas de los ríos Yangtzé, Huang He y Xi Jiang se desarrolló la civilización china y cómo a orillas del Tíber se gestó la civilización Latina, para no mencionar sino algunas de las más relevantes. En el segundo caso, aunque Cayo Julio César tuvo el acierto de limitar el Imperio Romano para no hacer una conquista sin límite geográfico como la de Alejandro, cometió el error de hacer del río Rin la frontera nororiental del Imperio, decisión que fue origen de las continuas guerras entre la Francia latina, y la Alemania, sajona.

La cultura occidental, abanderada por España, penetró a nuestro territorio por el río Magdalena dando origen a la nación colombiana al iniciarse el proceso de mestización racial y cultural. Y aunque en longitud y caudal no es nuestra principal arteria fluvial una de las más importantes del Globo, ni siquiera de Suramérica, para Colombia es indudablemente el Río de la Patria por cuanto representa en relevancia a través de su historia.

En la configuración de los Estados o de los Departamentos en Colombia se le asignó a cada repartición político administrativa partes de montaña, de tierra plana y de ribera sobre el río Magdalena a los que estaban cerca de nuestra principal arteria fluvial, para que todos tuvieran diferentes espacios y gozaran de todos los climas y, por consiguiente, de variedad de productos naturales. En consecuencia, los habitantes de los municipios cercanos a esta corriente crearon en sus orillas asentamientos humanos que, con el correr del tiempo, fueron desarrollándose de acuerdo con el potencial económico de los estados o departamentos a que pertenecían. Esta modalidad de repartición fue en contra de los principios geopolíticos e impidió que las localidades de mayor empuje progresista, en una u otra orilla, vieran frustrada su expansión urbanística a lado y lado de la corriente. De hecho, el río Magdalena en lugar de ser un elemento integracionista fue un factor de división entre el oriente y el occidente colombianos.

Sin embargo, con base en los principios geopolíticos enunciados, a lo largo de la vía fluvial han crecido poblaciones enfrentadas que pugnan por integrarse mediante la construcción de puentes y túneles, aprovechando el inusitado avance de la tecnología. Son los casos de Girardot y Flandes, de Honda y Puerto Bogotá, de La Dorada y Puerto Salgar, y de otras poblaciones importantes que podrían extenderse al otro lado del río formando distritos especiales que harían del Magdalena un verdadero elemento integrador de la nacionalidad y emporio de grandes y bellas ciudades en el centro del país que ayudarían a la ampliación y consolidación del corazón nacional.

Es cierto que los departamentos en donde la ciudad ribereña es menos importante se opondrían a ceder la zona correspondiente a la opuesta, pero la tendencia se impondrá como se ha impuesto en otras partes del mundo en donde existe igual situación. Tal es el caso de la ciudad de Budapest que se formó por la unión de las poblaciones de Buda y de Pest, que crecieron originalmente opuestas a orillas del río Danubio, de la ciudad de Viena, también a lado y lado del Danubio, de Praga, sobre el río Moldava, y de otras ciudades del mundo que tienen la misma condición.

Seguramente, la tendencia de la humanidad de colocar los grandes ríos como límites de las entidades políticas se debió a la incapacidad de superar fácilmente las poderosas corrientes fluviales mediante la construcción de puentes sólidos que resistieran los embates de la naturaleza porque no existían, en ese entonces, la tecnología y los materiales apropiados para llevarlos a cabo y menos para construir túneles que comunicaran sus orillas. Hoy en día, como lo muestra la apertura del Canal de la Mancha, existe la técnica, más que necesaria, para construir túneles por debajo de cualquier río del mundo.

Como lo enuncié al principio, los límites naturales de una región son las crestas de la cordilleras porque estas demarcan el hábitat de las comunidades humanas contribuyendo, con el consiguiente aislamiento, a la endogamia, tan necesaria para su fortalecimiento. Sin embargo, aunque la nación colombiana se encuentra enfrentada a la regionalización porque la mayoría de sus habitantes cabalga sobre las cordilleras y faltan vías de comunicación terrestres, tiene en el Magdalena y en sus afluentes un elemento natural integrador en el interior.

Y en el exterior, como somos ribereños del Orinoco, del Arauca, del Amazonas, del Putumayo y de otros ríos limítrofes, el Estado colombiano debe fortalecer las ciudades que se encuentren en su riberas y apoyar decididamente las poblaciones y los asentamientos colonizadores que se encuentran en esas regiones para hacer presencia oficial en las hoyas hidrográficas antes de que las comunidades vecinas avancen sobre nuestro territorio aprovechando primero, y a su favor, el principio geopolítico de que el río une y la montaña divide.

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